Lo dice el Panini: la Colombia del Pibe e Higuita era más cool que la de James

Atesoro varios álbumes de los mundiales, cuando los abro la nostalgia se despierta al recorrer Italia 90, USA 94 y Francia 98. Las caras de la otrora Colombia tienen un significado especial, en las que abundan la diversidad y la rebeldía. Son rostros alejados de la homogeneidad actual.

Por Columnista invitado

26 de agosto de 2022

En cambio, la sensación con las fotos de James Rodríguez, Fredy Guarín y Radamel Falcao y compañía se asemeja a la de las redes sociales. Todos parecen influencers fabricados en serie, sin ningún rasgo distintivo que los inmortalice.

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Sí, James fue el líder de la mejor selección nacional de los mundiales. Para la historia quedaron sus goles ante Uruguay y el título de goleador del certamen orbital que tuvo lugar en Brasil (2014).

Pero no vine a hablar de eso, estoy aquí para desempolvar del baúl de los recuerdos las fotos de las viejas glorias que retratan a un país diverso en su máxima expresión. Ellos son la expresión de un fútbol criollo que deslumbró contra Alemania en San Siro y, posteriormente, decepcionó frente a Rumania en Estados Unidos y Francia.

Así como Holanda contó con Frank Rijkaard y a Ruud Gullit, nosotros tuvimos a René Higuita, Leonel Álvarez, Carlos Valderrama y a Víctor Aristizábal. Los looks de los cuatro también le dieron identidad a un equipo inolvidable dirigido por Francisco Maturana.

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Se extrañan los años en que el fútbol retrataba la moda en una nación. Del mismo modo, hacen falta los buzos coloridos de los porteros, los cabellos largos, las pantalonetas cortas y los brazos sin tatuar. En la actualidad, en cambio, la uniformidad es pasmosa: la impresión es que todos los jugadores fueron paridos por una máquina alienante.

¿Cómo olvidar las apariencias de Paco Palencia y del Pájaro Hernández en México? Los crespos de Diego Maradona en 1986 y la pinta de rockero de Claudio Paul Caniggia. Renglón especial para los bigotes de los futbolistas soviéticos y las trenzas del león camerunés Rigobert Song o del francés Christian Karembeu.

Sí, hace falta el metrosexualismo de otra época y, por suerte, los álbumes Panini lo inmortalizaron. Me da pereza echarles un vistazo a las páginas de Brasil 2014 y Rusia 2018…a mí que me pongan una película antigua, es decir, que me abran los álbumes de Suráfrica 2010 para atrás, con Messi imberbe y Cristiano Ronaldo más terrenal.

Por todo lo anterior, por la aburrida homogeneidad del mundo actual, no vale la pena seguir con el ritual de llenar el álbum. Los mejores años del Panini están en otras décadas, cuando el pelo rozaba los números impresos en las espalda y los tatuajes no habían colonizado los brazos de las estrellas del fútbol.

Autor de la columna: Alberto Ochoa Mackenzie.

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