Día de la madre: ¿celebrarlo es un acto machista que debería abolirse?

En la cuadra de mi barrio ya están rezando el rosario y yo, desesperado, me asomo al balcón y veo a un montón de mujeres creyentes que vivieron una vida abnegada. Mi mamá está en primera plana. ¡Menos regalos y más derechos!

Por Columnista invitado

05 de mayo de 2022

El Día de la Madre será el domingo 8 de mayo.

El Día de la Madre será el domingo 8 de mayo.

Fotografía por: Pixabay

Para ir directo a la respuesta a ¿celebrar el día de la madre es un acto machista que debería abolirse?, yo digo “sí”, y en mayúsculas. Quiero que mis palabras sean un grito que se escuche en los comedores de las familias conservadoras. Cuánto daño le ha hecho a las mujeres la imagen de “la mujer dadora de vida”, inmaculada, la que supuestamente es el pilar de la casa, la que no tiene licencia para cometer errores. Ese corsé que todavía existe...

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Mi mamá tenía que ser todo lo anterior mientras el desprolijo de mi padre sí tenía la posibilidad de meter las de caminar las veces que quisiera. Y cada domingo tenía su antídoto para empatar: ir al culto, pedir perdón, y borrón y cuenta nueva.

No puedo ser el único que está en contra de festejar el día de la madre. Cada que pongo el tema sobre la mesa de mis tías, se escucha un silencio que acompaño cerrando la boca para sintonizar con la incomodidad inherente a este tema.

Con mamá lo he hablado y me da la razón. Desafortunadamente no tengo hermanas, como para que entre los tres hiciéramos un eje de consenso. Sin embargo, sé que en el fondo mi madre espera su regalo cada primer domingo de mayo. Y yo se lo doy sin convencimiento, pero contento porque ella va a estar feliz con lo que pidamos a domicilio.

¿Quién quiere abrazar la idea de una mujer que agacha la cabeza ante el machismo? No quiero ser parte de esa noción arcaica y ahora doblemente explotada en redes sociales. Qué cantidad de hipócritas veo en Instagram, exponiéndose con sus madres cuando nunca la visitan o la tienen relegada a la cocina, al delantal y al cuidado de los nietos.

Copio lo que he leído de muchas feministas: “¡menos regalos y más derechos!”. Si voy a festejar, que sea con conciencia de lo que significa este rol en un mundo cada vez más falso y desigual. Si mi madre no me hubiera tenido, estoy seguro de que habría completado sus estudios de posgrado y sus fines de semana habrían sido de libros, salidas a pasear con sus amigas o simplemente de ocio.

Mi nacimiento la relegó a atenderme, a criarme, a cocinarme, lavarme los platos, comprarme el juguete de moda, pagarme la universidad… y yo, en vez de ayudarme, de levantarme de la cama y hacer las tareas que me correspondía como hijo, bebí del machismo que todavía debo tener en los genes.

Todos los esfuerzos de una madre y de un padre por un hijo yo no los quiero hacer, sigo sin entender cómo alguien puede sacrificar su individualidad por otra persona a la que debe criar.

En mi opinión, ser madre es difícil en un país profundamente religioso, injusto y violento. Serlo aquí es supremamente retador, no solo por la cultura del cuidado excesivo al machito de la casa; espanta la falta de garantías laborales para las mujeres, la violencia sistemática y el promedio del hombre local, que funciona de arquetipo a todo lo que está mal en una persona.

Si vamos a celebrar, que sea la oportunidad para realizar un acto de autocrítica real, principalmente nosotros los hombres. La lucha contra las costumbres que perpetúan los estereotipos de género también es nuestro asunto. Si nosotros no cambiamos, si no nos vemos al espejo, apague y vámonos, continuaremos viendo la misma película cruel del machismo enquistado y alimentando el sueño de miles de colombianas que prefieren verse en otro país a continuar echando raíces en el desierto social que es Colombia.

Autor de la columna: Alberto Ochoa Mackenzie.

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