Tristeza en niños: aprende a transformarla en aprendizaje

Por muchas razones tu pequeño puede sentirse triste sin que puedas evitarlo, y aunque es una experiencia poco grata en el momento, aportará grandes beneficios para su futuro.

Por Redacción Cromos

31 de enero de 2021

tristeza niños. Tristeza en los niños. niños triste

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Fotografía por: Pixabay

¿Quién quiere ser siempre feliz y sonreír? Por obviedad tu respuesta sería “yo”, y con seguridad te gustaría que tanto tú como tus hijos formaran parte de ese hipotético y selecto grupo. Pero la vida tiene preparados otros planes y la realidad es diferente.

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Unos más, otros menos, pero todos los seres humanos enfrentamos etapas y momentos de triunfos y fracasos, de alegrías y amarguras; y con experiencias profundas y otras no tanto, los niños no son la excepción: pérdida de un familiar o mascota, acoso o matoneo, separación de los padres, cambio de casa o de centro educativo, fracaso escolar, frustración, regaño, negativa…

Es cierto que si la decisión estuviera en sus manos, un altísimo porcentaje de las personas rechazaría la tristeza en todas sus formas y manifestaciones, pero contrario a lo que la mayoría cree, este sentimiento tiene su lado positivo, como lo explica Scarlet Robayo, psicóloga de Ludikcenter*: “Para todos los seres humanos, todas las emociones son enriquecedoras, pues cumplen diferentes funciones.

La tristeza nos permite hacer un pare en el camino, dejar de mirar hacia afuera y empezar a mirar hacia adentro y reflexionar, nos ayuda a aprender de lo sucedido, nos conecta con lo que es importante y valioso para nosotros”.

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“Cuando lloramos o nos sentimos tristes la mirada se dirige hacia el pecho, hacia uno mismo, hacia el corazón, llevándonos a una mirada introspectiva de reflexión y de aprendizaje. Nos ayuda a conectarnos como seres humanos y a generar empatía entre nosotros.

Aunque es un sentimiento que evitamos o no queremos sentir, nos nutre mucho en el desarrollo personal”, complementa.

Por tal razón, es necesario que le enseñes a tu hijo a aceptarla, afrontarla y experimentarla como un proceso de aprendizaje beneficioso para su desarrollo general.

Al igual que el miedo, la ira, la alegría o la sorpresa, por ejemplo, la tristeza es una emoción natural que también hará parte de su existencia, y como tal, no hay que ocultarla ni evadirla sino vivenciarla y tener claros los instrumentos y estrategias para enfrentarla, pero sacándole el máximo provecho para un futuro cercano y el resto de la vida.

¿Cómo la manifiesta? Como tu hijo aún es muy pequeño, es muy probable que no sepa comunicar ni exteriorizar su tristeza y por eso no siempre es fácil identificarla, porque el llanto no es su única forma de expresarla, son múltiples las maneras de revelarla: decaimiento, irascibilidad, apatía, ansiedad, agresividad, hiperactividad, mal dormir, aislamiento, retraimiento, cambios repentinos de comportamiento, timidez, inapetencia o muchos deseos de comer, etc.

De allí la importancia de tu instinto y conocimiento que tienes de tu hijo, no solo para descubrir si siente tristeza, sino para hablar abierta y claramente sobre ella y demás emociones, con el fin de que con el tiempo aprenda a manejarlas y alcanzar un equilibrio emocional. Ciertas pautas te serán de gran valor:

No la escondas. Es comprensible que no quieras hacer partícipe a tu hijo de tus tristezas, pero un paso importante para que él aprenda a comprenderla y manejarla es que no trates de ocultarla siempre y que le comentes por qué te sientes así. Además, es una gran oportunidad para indagar qué situaciones o acontecimientos le causan tristeza y cómo puede afrontarla cuando se desencadene, al igual que otros sentimientos.

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Reconócela. Muchas veces no es una tarea sencilla saber el motivo por el que tu pequeño se siente triste, pero es fundamental que trates de averiguarlo para que puedas encontrar una solución óptima que le permita pronto volver a sonreír y ser feliz. Que él identifique las manifestaciones fisiológicas de la tristeza también es importante.

Entiéndelo. “No llores por bobadas” o “no seas niñita”, y frases similares menosprecian los sentimientos y la sensibilidad de tu pequeño. Por más incongruente o absurdo que te parezca el motivo de su tristeza, recuerda que es muy pequeñito y que aún no maneja ni controla sus emociones. Sé comprensiva con él y en vez de cuestionarlo, castigarlo o minimizar la situación, intenta comprenderlo y ayudarlo a salir rápido de ella.

“Frases como: ‘No te sientas triste’ o ‘No debes estar triste’, debemos cambiarlas por frases como ‘Entiendo cómo te sientes, es tristeza’ o ‘te acompaño mientras te sientes triste’. Como padres debemos validar el sentimiento de tristeza de nuestro hijo, no negarlo ni anularlo. Ayudar al niño a identificar, nombrar y expresar lo que siente es muy importante en su desarrollo socioemocional”, aclara la psicóloga Ana María Lora, directora de Ludikcenter.

Habla con él. El diálogo con tu hijo es primordial en toda circunstancia, y si está triste con más razón porque al ser escuchado puede sentir tu apoyo y que puede confiar en ti, expresar su aflicción con más espontaneidad y calmarse o reducir su nivel de angustia. Precisamente es el momento ideal para indicarle que este es un sentimiento natural, que le sucede a todos pero que también pasará, y que aunque no es grato experimentarlo, le aportará grandes beneficios para su vida.

Demuéstrale tu cariño. No basta solo con hablar con él, las muestras de cariño físicas también son indispensables para que pueda afrontar mejor sus penas y brindarle aliento. Por eso no tengas miedo de abrazarlo, acariciarlo y de expresarle con frecuencia tu afecto.

Aunque la tristeza es natural y alimenta positivamente a los niños, debes prestar atención para que no sea frecuente o que pueda transformarse en depresión. “La tristeza es preocupante cuando no es pasajera y se convierte en constante, deja de ser un sentimiento y pasa a ser un estado de ánimo duradero. Debe ser atendido cuando ya no tiene una causa aparente y se arraiga para convertirse en el estado de ánimo diario, que en vez de nutrir crea un vacío y una barrera que no le permite al niño conectar con los otros, que lo aísla, que le lleva a caer en un hueco emocional en donde nadie más puede ingresar. Cuando un pequeño entra un estado así, se siente siempre triste, no disfruta nada de lo que antes sí disfrutaba, no quiere hacer nada y tiene pataletas, y se muestra agresivo e irritable”, precisa la psicóloga Scarlet Robayo.

*ludikcenter.com

Redacción Cromos

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