Celebremos a todas las mujeres que se aferran a la ciencia para tener un bebé

En esta columna de opinión, Viena Ruiz abre su corazón para compartir las dificultades que atravesó para ser mamá. Sus palabras alentadoras y sinceras motivan a no bajar los brazos a las mujeres que lo están intentando en este momento.

Por Columnista invitada

09 de junio de 2022

Fotografía por: Cortesía

Viena Ruiz y su hijo menor.

Fotografía por: instagram de los artistas

Uno de mis sueños de siempre fue tener una familia numerosa. Como buena paisa, me imaginé siendo mamá de muchos hijos. Crecí con la idea de que embarazarse se lograba en un dos por tres y que lo difícil era evitarlo. De alguna manera siempre fui esa ¨Susanita¨ de Mafalda, que proyectaba su vida alrededor del ideal de la maternidad perfecta.

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Pero la vida se encargó de mostrarme que la idea de perfección que tenemos sobre ser mamás es solo una construcción social llena de expectativas, que no se acomodan a la realidad de muchas mujeres con problemas de fertilidad, como fue mi caso. Entendí con sabiduría, humildad y aceptación mi proceso, que se puede llegar a ser mamá por distintos caminos.

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Me casé tres veces y la primera vez, mi esposo no quería tener hijos. Mi deseo por ser mamá nunca fue negociable ni postergable, y ese fue el motivo para separarnos. Con mi segundo matrimonio vino mi mayor aprendizaje y entendimiento de que la ciencia es una manifestación de lo divino en este planeta.

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De ese matrimonio y, gracias a los tratamientos de fertilidad, nacieron Luciana, Camilo y Nicolás. Una vez más, y aunque ya tenía mi familia soñada, la vida me llevó por otro camino en mis relaciones de pareja mientras asumía mi nueva maternidad y me enfrentaba a nuevos retos profesionales.

Ya en mis cuarenta, casada por tercera vez, tuve a mi cuarto hijo, Carlos Mario. Recuerdo tener la conversación con mi marido sobre tener un bebé y yo decir “pero yo no puedo” sin recordar inmediatamente que había congelado óvulos luego de mi primer tratamiento de fertilidad por si alguna vez quería otro bebé.

Una vez más, de la mano de los médicos, puede desafiar a la sentencia de “no puedo tener hijos” que alguna vez quiso enterrar mis sueños ante los intentos fallidos por quedar embarazada. Hoy recuerdo que antes de quedar embarazada de mis trillizos, duré 36 meses, es decir, tres años de lágrimas y frustración.

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Parece una eternidad, pero el tiempo se ha encargado de confirmarme que todo llegó como debía, por el camino correcto para mi experiencia de crecimiento personal y como mamá. Hoy no puedo más que estar agradecida con los tantos y maravillosos avances médicos que me permiten celebrarlo rodeada de muchos hijos, tal como siempre lo soñé.

Mi experiencia con los problemas de fertilidad nunca ha sido un secreto. Como persona pública siempre he querido contarla, y no me canso de hacerlo, porque quiero celebrar a todas las mamás que como yo se apoyaron en la ciencia para hacer realidad el sueño de tener un bebé.

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También porque quiero alentar y apoyar a todas las personas que estén pasando por un proceso similar. Yo sé lo que pesa lidiar con la palabra infertilidad, la angustia que puede producir. También sé que aún no se aborda este tema con la naturalidad que merece. Pero les digo con mucho amor: no se den por vencidas, porque cuando uno desea algo con el alma, los caminos para hacerlo posible se multiplican. Se los digo por experiencia propia: hay que creer para ver.

Autora de la columna de opinión: Viena Ruiz.

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