El amor después de la viudez

Luego de perder a su primer esposo, Gloria Castaño Camacho recobró las fuerzas para buscar de nuevo la felicidad.

Por Nátaly Londoño Laura

27 de noviembre de 2019

Gloria Castaño Camacho: "Una cosa es que el amor llegue y otra que uno se deje amar. Hay que estar abierto a todo. Cuando conocí a Fernando ya había sanado muchas cosas, pero con él volví a conciliar el sueño".  / Fotos: Daniel Álvarez

Gloria Castaño Camacho: "Una cosa es que el amor llegue y otra que uno se deje amar. Hay que estar abierto a todo. Cuando conocí a Fernando ya había sanado muchas cosas, pero con él volví a conciliar el sueño". / Fotos: Daniel Álvarez

¿Sabes otra cosa que me parece importante contar? –me dijo Gloria, cuando dimos por sentado que todos los temas habían quedado expuestos en el vacío metafísico de la llamada telefónica.
—Dime…
—La música. A Fernando y a mí nos gusta muchísimo el rock, el metal, y algunas canciones han sido bastante importantes… Tu sonrisa, por ejemplo, de 1.280 almas, me la dedicó un día en que él estaba un poco mal por… bueno, ya no sé por qué, recuerdo que tenía un problema o algo, y yo le pregunté "¿Qué puedo hacer?". Me respondió: "Sonríe". Y la puso.

No quiero verte llorando, aunque sea inevitable,
yo vivo de tu sonrisa como del agua y del aire.

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Cuando Gloria Castaño se casó con Alberto Guzmán no se imaginó que la muerte llegaría tan pronto a su casa. Se conocieron en la Universidad Javeriana, mientras hacían una maestría en Gestión Ambiental. Pertenecían al mismo grupo de estudio, aunque él era abogado y ella administradora de empresas. En el 2010 se hicieron pareja. En el 2011 se fueron a vivir juntos. En el 2012 se casaron y, a los pocos meses, a él le diagnosticaron cáncer de hígado.

—¿Te molesta si hablamos de ese momento?
—No. En realidad, no me molesta, pero hay cosas que fueron tan dolorosas que mi mente simplemente las bloqueó: cuando los médicos nos dicen que Alberto tiene cáncer, yo renuncio a mi trabajo para dedicarme a cuidarlo. Fueron tres meses muy duros. Yo viví esos tres meses pensando "vamos a salir de esta", pero él un día toma la decisión de no luchar más, de morirse. Yo me doy cuenta, porque escucho que le dice a una enfermera: "Quíteme esto, déjenme morir. Y unos días después, sucede. Fue devastador".

 

***


—Otra canción, no tan rockera, es Somos dos, de Bomba Estéreo.
—¿Por qué? –Le pregunté ansiosa.
—Un día estábamos discutiendo sobre cualquier cosa, porque sí, no somos una pareja que todo el tiempo está bien, y en un punto de la conversación le dije: "No, Fernando, es que nosotros somos dos". Él me responde: "Espera". Y la pone.

Ay, qué emoción, qué emoción, qué emoción ser parte de tu sonrisa y de tu alegría para amar, para amar, para amarte toda una vida.

—Cuando me casé con Alberto, me alejé de todo un poco… Nos alejamos, en realidad… Para construir nuestro hogar, nos concentramos en eso, así que cuando él no estuvo más, me quedé vacía: sin el hogar que estábamos creando, sin amigos, sin trabajo (enseña en una universidad)... Y me llené de muchos temores, así que me fui un par de meses a Europa.

Durante esa etapa de duelo, Gloria tuvo el apoyo incondicional y necesario de su madre, su hermano y sus dos tíos, y al regreso de su viaje tuvo la fuerza para entender que las personas que uno quiere se mueren y, sin embargo, el mundo sigue, completo: nada le sobra y nada le falta y es siempre nuevo. Tuvo la fuerza para recomenzar su vida. Para encontrar un trabajo. Para salir. Para sonreír.

En ese tránsito ingresó al grupo de Facebook WikiMujeres. Allí conoció nuevos rostros y espacios: bares, karaokes y el grupo de solteros Amigos DC, que no le sirvió para conseguir pareja, pero sí para crear lazos de amistad eternos.

—Todos los días, desde que pasó lo que pasó, yo me decía: "Puedo volver a ser feliz", pero ¿sabes? –agrega con una voz que concibo quebrada al otro lado de la bocina–. Siento que no lo pensaba de verdad, que no me lo creía. Fue muy duro porque no quería ser una viuda eterna, no quería que esa etiqueta decidiera lo que iba a pasar en mi vida, y en esas conocí a una mujer que me dijo: "Usted no es viuda, usted enviudó, en pasado, no se deje definir".

—Otra es Are you gonna be my girl?, de Jet, porque a Fernando y a mí nos gusta levantarnos con esa canción, por la buena energía que tiene. Es una canción feliz.

So one, two, three, take my hand and come with me
because you look so fine
that I really wanna make you mine.

—Después de todo ese torbellino terminé en Tinder, porque la gente de Amigos DC me decía: "Ay, métase, métase". Entonces yo accedí y ahí empecé a conocer a otras personas, sin ningún tipo de interés. La verdad, lo veía como algo divertido… Me parecía chistosa la manera en que funcionaba la aplicación: ¿querer conocer a alguien por sus fotos? Eso es muy loco, porque las imágenes no representan a una persona.

De esa manera conoció a Fernando Aldana, un arquitecto con el que chateó durante tres o cuatro meses antes de verlo personalmente.

—Creo que el hecho de que hubiéramos hablado tanto tiempo sin habernos visto fue fundamental para la relación, porque permitió que nos conociéramos y que se generara una confianza grande entre los dos. Cuando nos vimos, al fin, no fue como si fuera a una cita, no. Fue como si me hubiera quedado de encontrar con un muy buen amigo de la infancia al que no veía hacía rato.

—El amor es una de las cosas más bonitas que nos puede pasar –fue de lo último que le escuché decir a Gloria, antes de que pasara un avión estruendoso sobre mi cielo, antes de que me dijera lo difícil que le pareció contarme todo esto por teléfono, antes de que se colgara el teléfono–. Y creo que ahí cabe anotar que una cosa es que el amor llegue y otra que uno se deje amar. Hay que estar abierto a todo. Cuando Alberto se murió, me fui a Europa, me refugié en el amor de mis familiares, fui a terapia, hablé mucho sobre lo que había pasado, volví a mis actividades, muchas veces sentí miedo de salir a la calle, no volví a dormir, me dije muchas veces: "Yo no me puedo pasar la vida llorando". Y cuando conocí a Fernando ya había sanado muchas cosas, pero con él, por ejemplo, volví a conciliar el sueño. Por todo esto me considero una sobreviviente: porque cuando el amor deja de existir, pierdes la esperanza, y yo pasé de ese caos a una estabilidad.

Por Nátaly Londoño Laura

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