El propósito incumplido de 13 Reasons Why

El final de la temporada me dejó enferma por tres motivos.

Por Matilde de los Milagros Londoño

27 de junio de 2018

Netflix.

Netflix.

Fotografía por: Beth Dubber/Netflix

Dudo que el silencio pueda ser un buen aliado del cambio y por eso apoyo que los temas, sin importar lo complejos o sensibles, sean explorados y discutidos. Pero la complejidad, sensibilidad y actualidad de los problemas sí deben influir en la forma en que se presentan y debaten con el público. La ficción, a diferencia del periodismo, no tiene la obligación de ser objetiva y debería serlo aún menos si es creada con el propósito de generar consciencia alrededor de temas puntuales, como es el caso de 13 Reasons Why y la historia sobre cómo y por qué su protagonista decidió suicidarse.

Por eso pienso que la forma en que los productores y guionistas escribieron esta serie es irresponsable, insensible y sensacionalista. El tratamiento narrativo que dan a temas como el suicidio, la cultura de la violación y los tiroteos masivos se parece más a una apología revictimizante que a una estrategia para prevenir ciertos tipos de violencia o promover el sentido crítico de la audiencia. Según un artículo de la revista Cosmopolitan, en el 2017 se reportaron tres casos de suicidio que aparentan haber sido inspirados en el caso Hannah Baker, la protagonista de la historia. Pero en Colombia no somos ajenos a narrativas como esa: la serie Escobar, el patrón del mal, por ejemplo, difícilmente invitó a una revisión juiciosa y preventiva de la violencia e historia del narcotráfico en Colombia. Una de las consecuencias que tuvo la novela fue, por el contrario, la reincorporación y legitimización del lenguaje característico de la cultura narcoterrorista en nuestra cotidianidad.  

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La insensibilidad de 13 Reasons Why empeora en su segunda temporada. En un una aparente búsqueda de objetividad narrativa, los guionistas cuentan la historia de los personajes involucrados en el suicidio de la protagonista a partir de la experiencia personal de cada uno. Es gracias a esa profundización subjetiva de la historia de violencia, acoso y matoneo de los personajes que los creativos terminan justificando eventos como la violación de la protagonista (y de otras mujeres centrales a la historia) y la situación con la que cierra el último capítulo de la temporada: uno de los personajes más violentados de la historia llega armado al Prom del su colegio con la intención de vengarse matando a sus compañeros. Esa última escena resulta aún más perturbadora si tenemos en cuenta que, según la corporación sin ánimo de lucro Gun Violence Archive, a lo largo del 2018 ha habido 101 ataques de tiroteos masivos en Estados Unidos. El final de la temporada me dejó enferma por tres motivos: haber sido partícipe de una historia en donde la idea de asesinar a jóvenes de un colegio parece ser justa; poder entrever el oportunismo de los guionistas y productores al usar la escena de un “mass shooting” como gancho para asegurar la audiencia de una siguiente temporada, e imaginarme a las víctimas de la violencia sexual y la violencia de armas al frente de sus pantallas reviviendo la justificación de sus más traumáticas pesadillas.

Que la cultura tenga el poder de generar reflexiones capaces de prevenir la violencia no garantiza que todas las iniciativas concebidas con ese propósito suelan cumplirlo y, en ese sentido, 13 Reasons Why es un ejemplo de fracaso que nos puede ser útil a la hora de aprender a usar la literatura, la televisión y el cine para hacer la diferencia. Sin embargo, creo que retirar la serie de la plataforma es una medida ineficiente. En vez de censurar este tipo de contenidos debemos criticarlos, estudiarlos y discutirlos.  

Por Matilde de los Milagros Londoño

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