Historia de vida: Cleiner Cabadías, la embajadora del arte ancestral

Hablamos con la emprendedora de Bojayá que diseña ropa inspirada en los pueblos indígenas. Sueña con llevar sus creaciones a ferias de moda internacionales.

Por Ana Sofía Buriticá

09 de diciembre de 2018

Cortesía

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Fotografía por: Fabio Piva

Dice que es de un pueblo que ya no existe, de un corregimiento que experimentó la tristeza de perderlo todo. Disfrutaba correr por el pasto, ver los animales y a su padre trabajar la tierra, sin muchas cosas materiales, pero con un núcleo  familiar convencido de la importancia del amor.

De la pequeña Mesopotamia hasta Quibdó caminaron sus sueños de niña que se subía a los árboles de mango, de la hija de un agricultor de cacao, yuca y plátano.

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“Mi mamá hacía arreglos de ropa con su máquina de coser. Cuando salimos desplazados fue lo primero que empacó. Crecí viéndola trabajar y eso me motivó a convertirme en diseñadora de modas. Inicialmente, en Quibdó las cosas fueron muy complicadas. Mi hermana y yo hicimos todo lo posible para salir adelante”, dice.

Cleiner siente nostalgia por el campo. Tenía 13 años cuando abandonó su propia casa. Ella y los suyos huyeron antes del 2 de mayo del 2002, día en que paramilitares y guerrilleros de las Farc se enfrentaron en Bojayá. En la capital de su departamento, lejos de la finca en la que había sido feliz, creó una empresa de diseño que rescata las formas textiles ancestrales. Aferrada a su conocimiento empírico, se dedicó al corte y confección de vestidos, faldas y zapatos. En la construcción de su proyecto ha estado su esposo Jhon Buendía, que se desempeña como antropólogo y joyero. Ambos conceptualizan sus colecciones.

Sus propuestas guardan un relato lleno de texturas y brillo, en su fábrica laboran hombres y mujeres víctimas del conflicto armado que con sus manos hilan la historia de un país que se las arregla para resurgir de la guerra. La influencia cultural del Chocó,  la majestuosidad del río Atrato, los recorridos en panga, la espesa vegetación, los pescadores lanzando su atarraya, la fuerza del patrimonio africano permean sus creaciones textiles, que se comercializan a través de redes sociales.

 “Me inspiro en el entorno, en la convivencia con los indígenas y en el movimiento de caderas de las chocoanas. La mujer es mi inspiración”.

En su mensaje no hay rastros de rencor ni de victimización. Al hablar de sí misma se deja envolver en la alegría de las tamboras, la chirimía, el currulao y los arrullos de su tierra. 

La maternidad y el vestuario

“No es fácil ser madre, crear empresa y hacer relaciones sociales para vender los productos, pero hoy puedo decir que lo logré. Recuerdo cuando me llevaba a mis hijos Jhon Cleiverth y Yoleiver para el taller, los ponía en una cuna al lado mío. Si había mucho trabajo, les pedía a las clientas cinco minutos para amamantarlos. Me siento orgullosa de poder entregarle a la sociedad dos hombres con buenos sentimientos y un corazón enorme”.

Su emprendimiento lleva su nombre. Apoyar a los diseñadores emergentes es la parte más valiosa de su inagotable oficio. Considera que  valorar lo cercano es una forma de conservar la memoria.

El encanto de una etnia 

Las molas que elaboran a mano los indígenas Kuna están en sus prendas. Las mujeres de la comunidad plasman su identidad cultural, su cosmogonía,  los aspectos del cielo y los laberintos terrenales.

Su encanto está en el color, en la manera en que las mujeres artesanas trabajan, en la armonía de sus cortes y en las figuras que narran la memoria de los pueblos. Cada pedazo de tela es un mundo que espera ser revelado.

Volver al campo sin volver

El anhelo de regresar a la naturaleza se ve reflejado en el corte de sus telas, en sus trazos delicados. Ella vuelve al lugar de su niñez cada que se sienta frente a su máquina de coser. Aspira abrir tiendas en Bogotá, Medellín y Cartagena, para después alzar la voz de su pueblo en otro país.

Si le preguntan por un lugar, Cleiner anhela estar en Milán. Su deseo creció cuando en el Bogotá Fashion Week 2016 le dijeron que su ropa puede desenvolverse en escenarios de la alta costura. Gestionó junto a la periodista Indira Peña su participación en Milan Fashion Week 2018. Aunque contó con la ayuda de Red Bull, no logró recaudar los recursos suficientes para realizar su viaje. No obstante, este cierre temporal de puertas se convirtió en una motivación, en una oportunidad para creer en lo que hace. Así no pueda armar maletas, quiere continuar plasmando su amor por la cultura en cada una de sus puntadas.

Por Ana Sofía Buriticá

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