Para disfrutar el mundial es mejor ver los partidos en 'mute'

También recomiendo evitar los grupos familiares de WhatsApp, porque al analizar a Colombia se pueden convertir en algo parecido a un foro de petristas vs. uribistas.

Por Alberto Ochoa Mackenzie

22 de junio de 2018

Getty Images

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Fotografía por: TF-Images

Tras el previsible resultado de las elecciones presidenciales, pensé que se venía una tímida calma, que el Mundial iba a distraerme de vivir en Colombia, pero a la tusa electoral le cayó la equivocación de Davinson Sánchez, el remate a quemarropa del delantero japonés, la mano derecha de Carlos Sánchez, la tarjeta roja, el doloroso gol, el empate, el lapidario 2 a 1 y ya no quiero recordar más.

Habría apostado que me iba a dar más duro el resultado electoral del domingo. Pero no fue así, para nada fue así (nunca será así), como si el fútbol fuera más importante que la política.

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Coincidencia, el próximo domingo 24 volverá a definirse algo. De antemano, la intuición no es la mejor (domingo 17 ganó Duque, domingo 24 será Levandowski). No me quiero entregar al derrotismo barato que ya pulula en algunos hinchas y en algunos narradores, comentaristas, opinadores y periodistas de fútbol.

Tampoco me voy al otro extremo, al del optimismo ciego del que se pone la camiseta amarilla antes de ir a la oficina.

En tiempos de mundial, para parar de sufrir y para no quedar como un cavernícola en el siglo XXI, vale la pena tener muy presente que la realidad es una cosa y el deseo es otra.

El deseo: que Colombia siempre gane.

La realidad: el fútbol es un juego de azar. La táctica, el estado físico y los ánimos de los protagonistas son variables que la mayoría de veces carecen de explicación. Pretender hacerlo es arriesgarse a caminar por el lugar común o en la sabiduría dummie en donde todos, después de la guerra, somos generales dando las instrucciones de lo que hizo falta.

Por eso, por tanto director técnico exprés y tanto opinador que viajó a Rusia a cubrir el mundial, desde el debut de Colombia veo los partido en la televisión internacional o en silencio (tampoco tolero la gritería de la radio).

Me perturba el análisis en cámara lenta de ciertos “doctores” cizañosos que nunca se van a jubilar. De igual forma, no soporto el optimismo exacerbado de ciertos narradores, que va en contravía de lo que está sucediendo en el partido. ¡Alguien que les diga que se siente como una burla!

Aclaro que no busco pesimismo en el relato, solo narración y descripción. Me sobra el “vamos mi Colombia que vamos a ganar”, porque ver fútbol es un deporte parecido al ajedrez, es un choque de fichas, es un duelo en el que gana el mejor que mueva el pensamiento y los pies.

También hay que huirle al comentario malaleche de los seres queridos en los grupos de WhatsApp. En mi familia tenemos uno que por poco colapsa el sistema.

Aquí va una opinión de mi hermano: “Seguimos haciendo historia. Ospina, Arias, Sánchez y Pékerman le regalaron el partido a los japoneses”.

Comentario de un tío que piensa como mi hermano: “De nada sirve darle un pase a Arias, que no sabe centrar. Sencillo, pierde la carrera porque le toca devolverse con toda”.

Comentario de un primo: “hay 60 mil colombianos que viajaron hasta Rusia para ver jugar a estos 23 personajes. Sin contar la cantidad de gente que los apoya en el país. No hay derecho a fallar así. Hay todo un país ilusionado”. 

Comentario de una prima (por fin alguien con análisis): ustedes son una hinchada muy jodida. Recuperarse de una tarjeta roja y de un gol tan temprano es muy difícil. Jugaron 90 min con diez hombres!! Esos pobres tuvieron que dar el 150%”.

Porque no quiero hacerme estereotipos negativos de mis seres queridos, he decidido dejar de leer y comentar de la selección Colombia en el grupo de WhatsApp. Si James, Falcao, Ospina y compañía llegan a ganarle a Polonia, me voy a guardar las ganas de enrostrarles el triunfo, porque ellos ya dejaron el sapo servido en el plato y solito se lo van a tener que comer (¡ojalá!). Ellos se lo tragarán mientras, allá lejos en su cuestionable capacidad de análisis, se les ocurrirá concluir que en el fútbol nada está escrito, por más que hayas tenido una semana fatal en la que ya tenemos nuevo presidente de la República y el mediocampista Carlos Sánchez se pierda la segunda fecha.

Por Alberto Ochoa Mackenzie

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