“La marihuana que se consume hoy produce dependencia”, profesor Juan Daniel Gómez

El neuropsicólogo bogotano sostiene que solo con una condición importaría el modelo uruguayo de consumo recreativo.

Por Carlos Torres

10 de marzo de 2018

“La marihuana que se consume hoy produce dependencia”, profesor Juan Daniel Gómez

Fotos: Daniel Álvarez.

 

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Es fácil identificar al que habla con propiedad. Sobre todo cuando el tema es de amores y odios, y levanta estigmas como si levantara ampollas. El neuropsicólogo Juan Daniel Gómez es de los que llama las cosas por su nombre. Es un profesor frentero y sencillo a la hora de explicar, de palabras precisas que acompaña con el movimiento de sus gruesas manos. Desde principios de los ochenta estudia la relación de las personas con las sustancias psicoactivas. Parado en la orilla más realista, lejos de discernimientos moralistas y de ideas románticas, ha tratado a consumidores de alcohol, marihuana, cocaína, bazuco, heroína.

 

Su currículum es una muestra de su carrera de investigador dedicado. Como maestro fue invitado por la Universidad de Zurich para hablar de la neurobiología de las adicciones. Representó a Colombia ante la Comisión Interamericana Contra el Abuso de Drogas. En la Universidad de Munich, en donde obtuvo su doctorado, integró el grupo de investigación en Neuroimagen Funcional (SPECT) y Adicción a la Heroína. 

 

Si usted va a leer sus respuestas, procure dejar a un lado los prejuicios. Debe olvidarse de ellos. En la medida de lo posible, ponga un casete en blanco en su cabeza mientras lee las reflexiones de este docente de la Universidad Javeriana, que discierne con el rigor académico de quien no traga entero.

 


P:  ¿Cuál es su definición de la marihuana?


R: La marihuana es una planta con cerca de setenta fitocannabinoides. Cada uno de ellos produce cambios biológicos y otros a nivel de comportamiento. Un día un indígena me la definió como una muchacha joven, muy celosa, a la que un día unos extranjeros adularon y después la prostituyeron. Entonces ella, como es celosa, no los dejó trabajar, los atrapó. La diferencia entre el veneno y el remedio está en las dosis. Las marihuanas de hoy, llamadas cripi, son modificadas biológicamente y producen un grado de dependencia.

 

 

P:  ¿Es apresurado afirmar que la marihuana que se fuma hoy es un veneno, justamente porque produce dependencia? 


R: Yo no diría que es un veneno, lo que me interesa es llamar la atención sobre la visión saludable que existe sobre la marihuana. Su consumo irresponsable empieza a convertirse en un problema social. Antes nadie se internaba por consumo de marihuana, y ahora la gente la quiere dejar y no puede hacerlo sola.

 

 

P:  Explique el efecto de las cripi en comparación al de la marihuana que no es tratada en laboratorios.


R: Por tratarse de una yerba con gran cantidad de sustancias activas que producen dependencia, es difícil plantearlo, pero, para que haga una idea, es como comparar un vodka con una cola y pola. En las cripi hay una modificación biológica en condiciones que no son naturales. Los consumidores deben saber que no les están vendiendo yerba sacada del suelo. Yo estaría de acuerdo con que hubiera consumo de cepas antiguas, como la mango biche, la punto rojo, marihuanas con un máximo de 4% de tetrahidrocannabinol (THC), que logran una trabada más lúcida y no generan dependencia.

 

 

P:  ¿Por qué son escasas las cepas criollas?


R: Hoy es casi imposible conseguirlas. Esas semillas están desapareciendo del planeta, ahora se siembran las importadas de Canadá, como ocurre en Uruguay.

 

 

P:  ¿Aplicaría en Colombia el modelo de venta de marihuana para uso recreativo que recientemente implementaron en Uruguay?


R: Sería partidario si sembraran semillas colombianas. Aceptaría el modelo con la condición de que no sean mejoradas biológicamente. Pero las multinacionales están acabando con lo nuestro porque quieren posicionar su producto. 

 

 

P: ¿Por qué actualmente hay una visión saludable sobre la marihuana, cuando antes se la reducía a estigmas negativos?


R: La modificación de estas especies es parte de una estrategia biotecnológica comercial, pues las cepas que producen mayor dependencia vuelcan las utilidades sobre esas industrias. No es gratuito el cambio de enfoque de las drogas. Antes la marihuana era la mata que mata, ahora es la mata que cura. Las marihuanas de hoy producen un grado de dependencia que incluso los consumidores, si encuentran una cepa de cannabis criollo, no les gustaría, porque no les produce el efecto de la otra sustancia. Son completamente diferentes, huelen y saben distinto. 

 

 

P: Si un laboratorio saca sus propiedades medicinales y deja de lado las sustancias psicoactivas, ¿puede servir para tratar enfermedades? 


R: Le voy a poner un ejemplo: en Argentina una mamá interpuso una tutela y logró que le dieran cannabis medicinal a su hijo epiléptico. Pero la señora lo que tiene es un hijo marihuanero, porque lo que le sirve del cannabis para la enfermedad no es el THC sino el cannabidiol, que no es para uso recreativo, no tiene efectos euforizantes y no produce dependencia. Yo me pregunto por qué no lo extraen y se lo dan al muchacho, en vez de ponerlo a fumar marihuana. El THC ha demostrado ser útil para algunos trastornos de ansiedad, se han encontrado unas marihuanas que sirven de ansiolítico y otras que  producen estados de ansiedad y pánico. 

 

 

P: Según el Informe Mundial sobre las Drogas del 2016, en el mundo hay 250 millones de consumidores dependientes de drogas psicoactivas. ¿Por qué drogarse es tan seductor si es dañino?


R: Si usted le da heroína a un perrito, se vuelve dependiente, aunque no tenga proclividad genética a la dependencia. Lo que pasa es que la molécula de la heroína tiene la propiedad de generar una relación con el organismo que es independiente del control voluntario. Hay personas con índice de desregulación de dopamina, sobre todo en las áreas de recompensa del cerebro. Estas personas requieren que su cerebro produzca una cantidad mayor de esta sustancia para obtener la misma recompensa que tienen la mayoría de seres humanos cuando sentimos satisfacción por lograr un ascenso o porque nuestro equipo de fútbol ganó un partido. Las personas con índice de desregulación son proclives a tener comportamientos dependientes o adictivos. Pueden ser adicciones farmacológicas, al juego, a las drogas psicoactivas.

 


P: ¿Un consumidor dependiente es un problema o puede llevar una vida en armonía con su acercamiento a las drogas?


R: El Informe Mundial sobre las Drogas indica que de los 250 millones de dependientes, el número de consumidores problemáticos es de 29 millones. Ese sería el número de personas que en realidad tiene un nivel de adicción muy alto. El resto, es decir los 221 millones de dependientes, tiene las características del perro, que tuvieron contacto con la sustancia y generaron un vínculo permanente. Son personas que pueden tratarse con terapias psicológicas. Los que son enfermos  necesitan la molécula de por vida, como un hipertenso, un diabético o alguien que sufre de la tiroides, necesitan sus pastillas para vivir. El dealer (vendedor) académico le formula su marihuana o lo que necesite para mantenerse. 

 

 

P: ¿Es posible desarrollar un vínculo respetuoso con las drogas? Consumirlas con moderación.


R: Los pueblos ancestrales han establecido una relación sagrada con las plantas, que es ética, saludable, estética, que está controlada a través de rituales en donde juegan un papel importante en su sociedad. Podríamos aprender de ellos. Para mí, la única posibilidad para hacerlo es mediante un gran proyecto cultural. Prefiero la legalización a la marihuana medicinal, porque esto último, eso es un engaño enorme. Yo apostaría por un proyecto de largo aliento en donde haya una cultura alrededor del consumo. ¿Usted qué hace cuando se va a tomar trago con amigos? Me imagino que dice “Venga y nos metemos una botella de tequila”, no “Venga celebremos la amistad”. Si usted no toma, sus amigos seguramente le dirán “Se está quedando atrás, beba, tómese uno, sea varón”, porque la intención es ver el fondo vacío de la botella. Cada uno de nosotros debería tener su manera pensada de relacionarse con las sustancias. Y sobre todo, quienes optan por el libre desarrollo de la personalidad deberían conocer cuál es el nivel de consumo mínimo que no genera problemas, que le permite ser funcional. Personalmente, yo no tengo problemas con una persona que meta drogas, lo que yo no quiero es pagar con mis impuestos su hospital, porque se está suicidando lentamente. Si él optó por hacerlo, que lo haga asumiendo las consecuencias de su propio consumo. ¿Por qué todos los ciudadanos tenemos que pagar con nuestros impuestos las consecuencias de su decisión?

 

 

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P: ¿Quiere decir que, por cultura, los colombianos tendemos a desarrollar adicciones, sea al alcohol o a las drogas? 


R: La palabra adicción tiene una carga que no es positiva, por eso, yo prefiero decirle persona dependiente. Adicto ya tiene el estigma, es un abyecto, un degenerado, un vicioso, una cantidad de cosas malas. Un ejemplo que funciona bien es el vino y Europa: al mediodía se sirve una copa de vino y rara vez la gente  termina emborrachándose. En Alemania, la cerveza es parte de la alimentación. Cuando estudié en ese país, yo veía que ellos tomaban su cerveza, almorzaban y seguían para el laboratorio. En cambio nosotros los colombianos nos tomábamos la cerveza y salíamos para el río en verano a ver las chicas en top, a seguir bebiendo y a jugar un picadito de fútbol. Claro, eso lo hacíamos porque no tenemos una educación adecuada para relacionarnos con ciertas sustancias. Usted puede tomar vino, disfrutarlo, pero hay personas que no son aptas para su consumo. Están los que se toman un trago y se transforman en violentos, incluso pueden llegar a matar. Son ellos los enfermos, los consumidores problemáticos.

 

 

P: ¿Qué les diría a los consumidores de drogas que sostienen que sólo lo hacen en ocasiones especiales, de vez en cuando?


R: Que las dejen un mes y me demuestren que pueden vivir sin la sustancia. Me pasa mucho con los rastas, que sostienen que la marihuana es una filosofía de la vida. Yo les digo “Muéstreme que usted no es dependiente de la sustancia”, y me encuentro con que no puede dejarla. No vuelven a consulta.

 

 

P: ¿Hay una medida recomendada para fumar marihuana?


R: El consumidor se fuma un porro del tamaño de un cigarrillo de tabaco, cuando la dosis efectiva para un adulto de 80 kilos es de cuatro o cinco plones. Para sentir su efecto se debe esperar unos minutos, y no seguir fumando hasta terminarse el cacho. 

 

 

P: ¿Cómo es su tratamiento para los consumidores que quieran dejar las drogas?


R: Yo hago un proceso llamado autocambio guiado. La persona que cree que necesita ayuda, que tiene un consumo problemático, viene. Yo le digo “Vamos a realizar un proceso en donde usted mismo se va a plantear unos objetivos terapéuticos”. No se los planteo yo, moralizándolo, diciéndole “Piense en cualquier color menos en el morado, deje de meter”. Eso no sirve. En la mayoría de centros donde tratan las adiciones, ¿cual es el primer requisito para entrar? Que deje de meter. Si la persona tuviera la capacidad de dejarlo, nadie iría a pedir ayuda. Lo que yo les propongo son objetivos realistas, le digo “Maestro, vamos a hacer una prueba. Usted va a ver cuál es la dosis que puede lograr, muéstreme sus horarios en la universidad, usted no puede fumar antes de ir a estudiar porque eso lo traba, lo enlocha, ya no va a fumar cinco tabacos, sino que se va a fumar los plones mínimos”, le hago un programa de reducción y él se plantea en qué circunstancias, definitivamente, no va a consumir. En cuáles sí y qué cantidad. 
En la medida que la persona va experimentando satisfacción, que está sobria, se va ajustando a un marco saludable. Incluso a veces se dan las condiciones para que haya una cura espontánea. Nadie se cura por una técnica psicoterapéutica, la cura para las adicciones no existe, la gente sale de su cuadro tarde o temprano, o no sale. La idea es generar condiciones para que ese momento llegue. El autocambio guiado lo probamos con consumidores de marihuana, con mujeres habitantes de calle que fumaban bazuco; en Canadá con la heroína y en Europa lo usamos con alcohol. Son pocas sesiones, se parte desde los valores del individuo, quien se plantea sus propios objetivos terapéuticos.

 

 

P:  ¿Qué consejo le daría al padre de familia que sospecha que su hijo está consumiendo drogas?


R: La comunicación es fundamental. Si la comunicación se ha roto, se ha perdido, puede buscar a personas que tengan un ascendiente con el hijo, la novia, los amigos, para que se comuniquen con él. Despertar en las madres una suspicacia exagerada en relación con los consumos de los hijos puede ser contraproducente. Normalmente, no funciona cuando una madre busca si su hijo está consumiendo, si revisa que tiene los ojos colorados, porque rompe la confianza. Las actitudes comprensivas en tema de drogas funcionan mejor que las represivas. Vuelvo al tema de “piensen en cualquier color menos en el morado”, eso es absurdo. Generalmente se cree que el que requiere apoyo es el muchacho que consume, y no siempre es así, pues seguramente hay un problema familiar más complejo, y no necesariamente es de él. 

 

 

P: Teniendo en cuenta lo dicho, hoy es complicado tener una relación responsable con la marihuana. Tendríamos que irnos a vivir a la Sierra Nevada.


R:  Sería infantil pensar que las drogas antiguas son las únicas que podemos consumir. Ojalá pudiéramos aprender de la sabiduría ancestral en la manera de relacionarnos, de podernos controlar culturalmente a través de los rituales. Controlados por el taita, algunos pueblos indígenas consumen en sus celebraciones, para el nacimiento, la menstruación, el matrimonio, la muerte, no es un consumismo desaforado como el de esta sociedad carente de sentido. Deberíamos volver a la vida sencilla, dejar el elogio del éxito, del poder, de la belleza, del dinero; deberíamos elogiar la ‘comunicorrientidad’. La gente que es común y corriente ya no vale nada y deberíamos elogiarla. ¿Por qué una persona común y corriente no es bella? ¿Por qué tiene que pesar tanto, medir tanto?

Por Carlos Torres

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