El material del que están hechos los sueños

La historia de la pequeña Gabriela Fernández demuestra cómo la resiliencia y la determinación mueven montañas. Ella nos recuerda que todos debemos luchar por las metas sin importar las dificultades del camino. Este es el retrato de una niña de 11 años que nació para enseñarnos que podemos ser más grandes que las adversidades.

Por Redacción Cromos

30 de abril de 2024

Gabriela Fernández nos enseña que todos nacimos con la capacidad (y el derecho) de siempre intentarlo. Su madre Sandra Marleny Santa da fe de todo su potencial. La apoya en sus proyectos con grandes dosis de esperanza. “Lo de las redes sociales empezó cuando mi mamá me preguntó si quería crearme un canal y yo le dije que sí. Ahí empezó todo, creé la cuenta de TikTok, me gusta grabar bailes, sobre todo con mis mascotas”, dice Gabriela.

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Gabi, como le dicen de cariño, sueña con ser tiktoker y veterinaria. Su amor por los animales también define su sensibilidad. Los ve como seres iguales a nosotros. Cuando le preguntan por lo que quiere estudiar, Gabriela no duda en responder: “quiero ser veterinaria para ayudar a los animales. A los de mi barrio les doy de comer, sobre todo a los de la calle. Para mí significan amor, cariño, darles todas sus vacunas y sus vitaminas”. Su determinación para todo lo que se propone es imposible de resquebrajar.

Antes de que naciera, su madre sabía que iba a tener a una niña valiente y dedicada. Una vez que Sandra supo que Gabriela iba a tener parálisis cerebral espástica, se comprometió a brindarle el cuidado que necesitaba. “Gabriela nació bien, pero fue una niña que cuando tenía 11 meses no rolaba, entonces le hicieron una resonancia y vieron un espacio demasiado oscuro en el cerebro. Me dijeron que no iba a poder caminar ni a hablar. Hoy en día es una niña que cognitivamente es perfecta, rola, se arrastra, es sana a pesar de su condición”, confiesa Sandra a Cromos.

“Quiero ser veterinaria para ayudar a los animales. A los de mi barrio les doy de comer, sobre todo a los de la calle. Para mí significan amor, cariño, darles todas sus vacunas y sus vitaminas”: Gabriela.

“Quiero ser veterinaria para ayudar a los animales. A los de mi barrio les doy de comer, sobre todo a los de la calle. Para mí significan amor, cariño, darles todas sus vacunas y sus vitaminas”: Gabriela.

Fotografía por: Cortesía

Las ganas de Sandra por ver a Gabi crecer sana, adaptándose a cada reto, perduran, continúan intactas. Y lo anterior es gracias a que esta madre no ha desfallecido: “Ha sido un proceso largo, a pesar de su discapacidad, es una niña echada para adelante. No he tenido que llevarla nunca al médico, siempre ha sido el tema de terapias y de mirarle sus dientes”, revela esta madre cabeza de hogar.

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Podemos asegurar que a Gabriela no le cabe en el cuerpo todo lo que siente por su mamá. Valora el amor que hay en cada uno de sus gestos y se siente afortunada de tenerla como referente: “Significa mucha compañía, mucho amor, mi mamá es una heroína, me ha criado dándome lo mejor”.

DE OBRA GRIS A UN MUNDO LLENO DE COLOR

Sandra trabaja en un laboratorio farmacéutico. En sus 7 años en la empresa ha podido crecer en muchos aspectos. Es operaria de empaque en una compañía que se caracteriza por darle empleo a madres cabezas de hogar. Justamente a través de la oficina de recursos humanos se encontró con A la Obra, un programa de Compensar diseñado para aquellos afiliados que, como Sandra, adquirieron su vivienda VIS con el respaldo del subsidio también de Compensar, el cual, le permitió dar un salto para mejorar la calidad de vida de su pequeña.

Y es que, gracias a este programa, pudo realizar las reformas necesarias en su hogar que se encontraba en obra gris, para así garantizar que Gabriela tuviera un ambiente seguro, a la medida de sus necesidades y lleno de color. “Fue impresionante, el ingeniero Felipe le puso mucho amor a lo que hizo. El amor de Compensar es para resaltar, me dieron todo, la asistencia del baño de Gabriela era más que necesaria, la niña ya está muy grande y alzarla es complicado. Ella ya tiene su baño acondicionado, el espacio es amplio, iluminado, tiene todo para la condición de ella. Entonces es espectacular, nos cambió la vida totalmente a las dos”, afirma Sandra con orgullo.

El día que les entregaron su hogar adaptado, Sandra lloró tanto de la emoción que Gabriela tuvo que hablar por ella. La reforma mejoró sus días en muchos sentidos. “La casa cambió demasiado porque el espacio era muy reducido. Ahora ella se siente empoderada, dice ‘mi casa’, ‘mi apartamento’, ‘mi baño’, ‘mis cosas’, tiene su privacidad que es lo importante”, manifiesta Sandra.

Hay personas que ven el vaso medio lleno y otras que lo perciben medio vacío. Sandra y Gabriela pertenecen al grupo de las primeras. Valoran cada oportunidad como única, seguras de que tenerse la una a la otra es el mejor de los regalos. El mayor anhelo de esta madre ejemplar es poder pasar más horas con su hija: “Más adelante quisiera lograr tener todo el tiempo para ella, poderme independizar. Que mi hija logre hacer sus terapias, que se sienta más independiente, igual lo es, pero aún más autónoma. Un día voy a poder gozar de tiempo total con ella”.

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