La sal: ¿Por qué es tan peligrosa para la salud y cómo podemos reemplazarla?

La sal retiene líquidos y es perjudicial para la salud cardiovascular, por eso la recomendación es dejar de añadirla a los alimentos que cocinas. Busca sustitutos saludables y retira el salero de la mesa.

Por Redacción Cromos

01 de abril de 2023

La sal puede ser muy agradable para el paladar y potenciar el sabor de los alimentos. Incluso, es necesaria en pe­queñas dosis para el adecuado funcionamiento del organismo. Sin embargo, hay que entender por qué tiene mala fama cuando excedemos su consumo, en particular, para nuestro sistema cardiovascular.

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El sodio, el cloro y el potasio juegan un papel muy importante en el equilibrio celular y extracelular para el manejo de los líquidos del organismo, llamado homeostasis, explica el médico Luis Moya Jiménez, autor del libro Consejos para controlar la hipertensión.

Esta es la razón por la que hay que controlar el consumo de sal en la dieta diaria.

Esta es la razón por la que hay que controlar el consumo de sal en la dieta diaria.

“Cuando se pierde este equilibrio por ejemplo con aumento de sodio dado por la ingesta de la sal (cloruro de sodio) hay un desequilibrio con aumento del líquido corporal, que implica compromiso con más trabajo de todo el sistema cardiovascular”, dice el experto.

La sal: este es el efecto sobre el organismo

El organismo tiene en continuo movimiento cinco litros de sangre que el corazón bombea permanentemente y el cloruro de sodio nos hace retener líquido, entonces ya no serán cinco litros sino seis o más los que debe bombear. ¿Y cómo ?, pues aumentando la presión de expulsión del corazón y eso se llama hipertensión, que deja consecuen­cias alarmantes en el organismo.

“Si esto es muy frecuente, se cronifica y el corazón y las arterias se adaptan, con aumento de su musculatura, y viene la consecuencia lógica de hipertensión permanente, lo cual trae problemas nefastos no solo en el corazón sino en todo el sistema vascular, arterias con aterosclerosis, y en otros órganos muy sensibles como el cerebro, el riñón y los ojos, dejando como consecuencia un infarto cardiaco, un derrame cere­bral, una insuficiencia renal o una hemorragia ocular”, explica Moya Jiménez.

Hay que señalar que según la Organización Mundial de la Salud el consumo de sal debe ser menor de 5 gramos al día. La mayoría de las personas consumen de 9 a 12 gramos de sal por día, es decir, dos veces la ingesta máxima recomendada para un adulto sano.

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La sal: el valor de reducir su consumo

Si bajáramos el consumo a los 5 gramos podríamos evitar la muerte de 2.5 millones por año de los casi 20 millones de pacientes que mueren por enfermedades cardiovasculares.

Hay muchos sustitutos de la sal; están el laurel, nuez moscada, pimienta, salvia, tomillo, ajo, cebolla, orégano, romero, curry en polvo, eneldo, mosta­za, zumo de limón o pimienta, las opciones son infinitas.

También vale la pena recordar que, si quitas el salero de su mesa, no tendrás la tentación de agregarle más sal a sus comidas.

Y por último, a veces caemos en la ignorancia. Sin saberlo, la comida que compramos a diario en los supermercados está repleta de sal y la que más alto grado de concentración tiene son los caldos en cubos, las sopas instantáneas, la tocineta, las pizzas congeladas, los precocidos (deditos de queso, empanadas), el queso azul, la salsa de tomate, el jamón serrano, las aceitunas, el queso manchego, las papas fritas comerciales, los embutidos, etc. La lista es interminable.

Cuidado con el sodio

El sodio también se encuentra escondido en estado natural en diversos ali­mentos, como la leche, la carne y los crustáceos, pero en grandes cantidades en los alimentos elaborados como lo dijimos anteriormente.

Ya sabemos la relación de la sal con la presión arterial y que esta también se puede elevar sin una causa previa conocida, como malas costumbres, heren­cia o algunas pocas enfermedades muy precisas.

“La baja ingesta de sal es la base del tratamiento de la gran mayoría de enfermedades cardiacas, con suficiente evidencia replicada en estudios científicos, luego en la dieta y más si usted tiene alguna patología cardiaca”, puntualiza el doctor Moya.

Sabemos que no es fácil, pero se puede lograr. Al final, volvemos a las mis­mas recomendaciones: cocinar con poca sal, reemplazarla por otros ingre­dientes, evitar los alimentos procesados, leer las etiquetas para saber cuánto sodio llevan los productos, optar por alimentos naturales y retirar el salero de la mesa.

Redacción Cromos

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