Lee un adelanto de Tu eres lo único que falta en tu vida, libro de Borja Vilaseca

El español Borja Vilaseca nos brinda el libro definitivo sobre el Eneagrama, la mejor herramienta de autoconocimiento que existe para ser consciente de cómo el ego te mantiene esclavizado. Cromos te comparte en exclusiva un adelanto.

Por Columnista invitado

28 de febrero de 2023

El Eneagrama se ha consolidado como la herramienta más eficaz para iniciar el viaje del autoconocimiento porque va a la raíz de nuestros conflictos emocionales y existenciales. Porque es muy fácil de poner en práctica. Porque es apta para escépticos. Y sobre todo porque funciona. Enseguida aporta resultados beneficiosos tangibles. Se trata de un manual de instrucciones bastante preciso de la condición humana. Describe a grandes rasgos los nueve tipos de personalidad que determinan porqué en general somos como somos.

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Su gran aportación es que hace una radiografía del ego y del ser esencial para que seas más consciente de las luces y las sombras que habitan dentro de ti. También explica el proceso de transformación que has de seguir para liberarte de la jaula mental que tanto sufrimiento te provoca. Y está diseñado para que experimentes un orgasmo emocional. Es decir, un momento eureka que significa un punto de inflexión en tu vida. Tan solo existe un requisito para experimentarlo: ser radicalmente honesto contigo mismo mientras te miras en este espejo del alma.

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Mi relación de amor con el Eneagrama

Sin afán de parecer otro fanático más, confieso que mi vida se divide en dos periodos: antes y después del «Eneagrama», siendo 2005 el año que marcaría este gran punto de inflexión. Tenía veinticuatro años cuando oí por primera vez esta palabreja. La hermana de un amigo mío me explicó entusiasmada que se trataba de una herramienta de autoconocimiento muy útil para liberarse del «ego». Dado que no sabía de qué me estaba hablando, me la quedé mirando con escepticismo. Y seguidamente me enseñó el libro En tu centro: el Eneagrama, de Maite Melendo, en cuya portada aparecía el dibujo de nueve puntas.

Lo primero que pensé fue que debía de tratarse de algo esotérico y sectario. Además, cualquier enseñanza que oliera a incienso la metía en el cajón de la autoayuda y la pseudociencia. Y no era para menos. Debido al modo en el que había interpretado y procesado una serie de acontecimientos traumáticos que suce- dieron durante mi infancia, mi existencia se había convertido en un infierno emocional. Llevaba inmerso en mi particular noche oscura del alma desde los diecinueve años, llegando incluso a pensar seriamente en la posibilidad de suicidarme.

Sin embargo, debido a mi arrogancia me había negado a ir al psicólogo. Y debido a mi orgullo había decidido no tomar ningún antidepresivo. Estaba tan enfadado con el mundo de los adultos que no quería saber nada de ellos. Así es como opté por iniciar una búsqueda filosófica autodidacta para encontrar el sentido de mi sufrimiento. De la noche a la mañana rompí radicalmente con mi entorno social y me puse a engullir sesudos ensayos existencialistas como un poseso. Pero por más conocimiento que acumulara mi mente, mi corazón se ahogaba en un turbulento mar de emociones protagonizado por el vacío, la angustia, la ansiedad, la ira, la melancolía y la depresión...

A pesar del rechazo inicial que me generó ver el símbolo del Eneagrama, era tal mi desesperación que fui corriendo a una librería, la cual estaba a punto de cerrar. Y nada más llegar pregunté extenuado a uno de los dependientes: «¿La sección de autoayuda, por favor?». Reconozco que me dio muchísima vergüenza que me vieran merodeando por ahí. Por dentro me sentía perdido y fracasado. Si a día de hoy el autoconocimiento sigue estando estigmatizado por los prejuicios que tiene la inmensa mayoría, hace veinte años la situación era mucho peor.

Reconozco que al ir a pagar el libro le pedí a la cajera que por favor lo envolviera para regalo. Y sin poder mirarle a los ojos le mentí, diciéndole que era para el cumpleaños de un amigo muy hierbas... Esa misma noche comencé a leerlo con mucha atención y detenimiento. Y desde sus primeras páginas tuve la certeza de que por fin había encontrado algo que de verdad podía ayudarme a salir del agujero negro en el que yo mismo me había metido. De hecho, un escalofrío muy intenso recorrió todo mi cuerpo cuando leí acerca del eneatipo 1. Lo subrayé entero. Me sentí observado y desnudo emocionalmente. ¿Cómo podía describir tan acertadamente la raíz de mis problemas, conflictos y perturbaciones? No lo dudé ni un instante: al día siguiente me apunté al curso de fin de semana que aquella autora impartía en Madrid un par de meses más tarde.

Los tullidos de la sociedad

Nada más comenzar el seminario observé que era el más joven de los veinticinco alumnos que nos encontrábamos en aquella sala. La mayoría me doblaba la edad. Se notaba que estaban en plena crisis de los cuarenta: en el ambiente se respiraba cierto aroma a frustración, dolor y tristeza. Durante la ronda de presentaciones constaté que cada participante estaba más hecho polvo que el anterior. Por la forma en la que compartían sus respectivas historias de vida, enseguida verifiqué que nos habíamos juntado los tullidos emocionales de la sociedad.

Seguidamente, la profesora nos pidió que escribiéramos en una pegatina nuestro nombre y el número del eneatipo con el que más nos identificábamos. Luego nos invitó a que nos la pegáramos en el pecho de tal forma que el resto del grupo pudiera verla. Y eso hicimos todos, a excepción de uno de los participantes, que se sentaba justo delante de mí. Si bien había escrito dicha información, se había negado a ponerla a la vista de los demás. Fui el único que reparó en ello. Y la clase continuó como si nada.

Para que te hagas una idea de lo descentrado que estaba en aquella época, el hecho de que aquel hombre no se hubiera puesto la etiqueta empezó a causarme una cierta dosis de inquietud y malestar. Me pasé varios minutos perturbándome a mí mismo pensando en lo insolidario que aquel alumno estaba siendo para con el resto. Estaba tan identificado con el ego que me era imposible pensar en otra cosa.

Esta es la razón por la que levanté la mano con furia, interpelando con mi mirada llena de fuego a la profesora, quien se sintió algo forzada a interrumpir súbitamente su discurso para atender- me. Los demás compañeros se giraron hacia mí con cierta expectación, pues en aquel momento no venía a cuento hacer ninguna pregunta. Y con un tono lleno de enfado le increpé a aquel hombre: «Sé que es el ego hablando a través de mí, pero ¿puedes por favor ponerte la pegatina para que todos podamos verla?». Asus- tado, no tardó ni un segundo en enganchársela. Y el silencio inundó por momentos toda la estancia. Fue entonces cuando tomé consciencia de que el más atormentado de la sala era yo...

Mi primer orgasmo emocional

Aquel taller de fin de semana significó el inicio de mi sanación y transformación. Y es que ningún libro puede causar tanto impacto como un curso presencial. Cuando la profesora explicó el eneatipo 1 experimenté mi primer «orgasmo emocional». Algo dentro de mí hizo clic y nada volvió a ser igual en mi vida. Me di cuenta de lo ignorante e inconsciente que era y de lo profundamente equi- vocado que estaba. Lo sentí como una dolorosísima pero necesaria bofetada en toda la cara.

Aquella noche apenas dormí un par de horas. Por primera vez vislumbraba una tímida y diminuta luz al final de mi túnel. Y en mi rostro bañado de lágrimas se dibujó una enorme sonrisa. Al ter- minar el curso me despedí cariñosamente de Maite Melendo, quien me escribió la siguiente dedicatoria: «Adelante, que llega- rás, pero no te exijas tanto». Fue tal el impacto que me causó el Eneagrama, que durante los meses siguientes regalé aquel libro a más de cincuenta personas. Quería que todo el mundo se conociera a sí mismo a través de este mapa de la personalidad. Sentía que debían hacerlo. Por eso no dudaba en pegarle la chapa a cualquiera que se cruzara por mi camino.

A su vez el Eneagrama fue la llave con la que abrí una puerta desde dentro, la cual me condujo hacia la espiritualidad laica. Fue entonces cuando empecé a practicar yoga, meditar, respirar conscientemente, comer más sano y, en definitiva, a leer sobre filosofía oriental. Y mientras buscaba en internet más información sobre los nueve eneatipos di a parar —por causalidad— con las enseñanzas de Gerardo Schmedling. Concretamente con La Aceptología, un texto que me hizo despertar, experimentando—sin que hubiera un yo que la experimentara— la desidentifica- ción egoica durante más de un mes y medio...

Al volver a mi estado ordinario de consciencia, continué tra- tando de persuadir a mi entorno para que le diera una oportunidad al Eneagrama. La verdad es que no tuve mucho éxito. Me daba de bruces una y otra vez contra el muro de los prejuicios, constatando que si bien podemos ofrecer agua, no podemos dar sed. Finalmente un amigo mío me espoleó con vehemencia:

«¡Monta un curso y déjanos en paz de una vez!». Me pareció una idea tan brillante que solo unos meses más tarde organicé mi primer taller de Eneagrama en Barcelona.

Solamente había pasado un año y medio desde que había asistido como alumno. Pero tenía tan claro lo valiosísima que era esta herramienta que no lo dudé ni un instante. Así fue como a los veinticinco años me puse delante de otros quince buscadores para explicarles de forma gratuita en qué consistía el Eneagrama. Y si bien por aquel entonces todavía me causaba pánico hablar en público, a los pocos minutos sentí cómo la vida hablaba a través mío. De pronto no había ni rastro mí; tan solo una indescriptible sensación de entusiasmo y plenitud. Fue entonces cuando tuve la absoluta certeza de que había nacido para hacer accesible este revolucionario manual de instrucciones de la condición humana al máximo número de buscadores posible.

Encantado de conocerme

Con la finalidad de aportar más valor a los motivados alumnos que se animaban a venir a mis clases, redacté un documento con información muy básica acerca de los nueve eneatipos. Lo entregaba al principio de cada seminario, presentándolo como «los apuntes del curso». Con el tiempo fui ampliando y perfeccionando este docu- mento, el cual terminó convirtiéndose en mi primer libro: Encantado de conocerme. Comprende tu personalidad a través del Eneagrama, el cual publiqué en 2008. Desde entonces, he hecho todo lo humana- mente posible para dar a conocer esta herramienta, llegando inclu- so a convertirla en una asignatura de la Universidad de Barcelona. Y a presentarla en diversos medios de comunicación masivos.

Ya ha llovido mucho desde entonces. Y lo cierto es que año tras año este mapa de la personalidad está ganando cada vez más popularidad. El boom exponencial del Eneagrama ha llegado a tal punto que está empezando a despertar el interés de la mayoría. Por eso no tengo la menor duda de que llegará un día en que todo el mundo conocerá su eneatipo. Más que nada porque terminará enseñándose en las escuelas. También es verdad que existe el riesgo de que poco a poco se vaya banalizando su uso, volviéndose un mero pasatiempo psicológico.

Sea como fuere, me hace muchísima ilusión publicar un nuevo libro sobre Eneagrama, mucho más completo y exhaustivo. Siento que se lo debo por lo mucho que me ha dado. Mi objetivo ha sido explicar la esencia de cada eneatipo con la mayor profun- didad y sencillez posibles, describiendo solamente aquellos rasgos que considero que pueden llegar a tener en común todas las personas que cuentan con un mismo tipo de personalidad. Prin- cipalmente porque a veces —al intentar abarcar demasiado— se puede generar el efecto contrario: que los lectores no se identifiquen por no verse reflejados en lo que se describe.

Si bien el Eneagrama nos puede dar muchas pistas sobre el comportamiento general de cada eneatipo en determinadas cir- cunstancias de la vida, es imposible describir exactamente cómo cada uno de nosotros actuaría en dichas situaciones. De ahí que sea fundamental que extrapoles lo que leas sobre cada eneatipo a tu realidad y contexto personales, los cuales van mucho más allá de este manual de instrucciones.

En fin, ya han pasado casi veinte años desde que comenzó mi relación de amor con esta herramienta. Gracias a ella, ahora sé que no soy mi personalidad egoica, sino el ser esencial desde el que puedo observarla. El «tú» al que me refiero en el título de este ensayo no es un «yo», sino una experiencia de presencia, consciencia y dicha que deviene cuando nos desidentificamos del ego. Es muy común escuchar a cada vez más personas decir que el Eneagrama les ha «cambiado la vida». La verdad es que soy una de ellas. Si todavía no has perdido tu virginidad con este mapa déjame que te advierta: es bastante posible que al mirarte en este espejo del alma empiece a transformarse la manera en la que te concibes a ti mismo. Esencialmente porque en el momento en que empiezas a ser consciente del ego comienzas a liberarte de él. Ojalá tú también tengas tu propio orgasmo emocional al descubrir tu verdadera identidad. Eso sí, por favor, sé muy escéptico y no te creas nada.

Atrévete a verificarlo todo a través de tu experiencia personal.

Borja VilaSeca

26 de enero de 2023

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